Nombre: Eduardo Bustos Alister
Ubicación: Santiago, Metropolitana, Chile

Periodista, escritor.

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  • martes, diciembre 22, 2009

    EDMUNDO HERRERA TRAS LA MAGIA DEL VERSO EN ISLA NEGRA




    NOS REENCONTRAMOS CON LA HISTORIA


    Septiembre glorifica al paisaje poético chileno post período del fallecimiento de Neruda, el poeta más grande del Siglo XX y de las reminiscencias culturales. En Isla Negra nos reencontramos con el canto al amor y a la esperanza cierta, retrotraída con su muerte en la ovación silenciosa reflexiva e infinita del verso que el vate engrillara a su espíritu, enfrente a su mar por sobre el horizonte mirando las estrellas. Sus obras trascendidas son interlocutoras de docencia criolla en la poesía moderna, física e imaginativa más allá de nuestro sistema planetario donde el hombre sólo puede llegar con hipótesis abstracta de su vocablo. Hoy alza su voz sobre los vientos medios y de altura, donde la niebla siembra bajo sol resplandeciente y de luna, los cambios climáticos primaverales. Neruda, un veintitrés luz de septiembre encendió el arcoiris memorial a su pueblo.

    Orillando callejuelas de la doncella Isla Negra, en períodos vacacionales de turismo y descanso junto a los amigos de Pablo, se observa el encuentro poético de Edmundo Herrera, con liviana brisa del mar interior que circunda el campo en el espectro de los diferentes géneros literarios. Se hace sentir los sones de la bullanga guitarrera hacia las cuatro miradas del rupestre paraje arrellanado por la cima esplendorosa de su fauna y flora.

    Herrera, pone a prueba el caletre del que danza, canta y recita en la bonanza participativa de su propio arte. El es un luciente iluminador de bondades y del verso que se conjuga. Imprime filosofía de preclaro pensamiento racional. En su crónica de texto: “Una Primavera Dolorosa”, la percepción no puede pasar desapercibida, cuyo contexto enternece hasta lo más profundo del ser por el ímpetu irracional de la fuerza cimentada en el infausto asalto perpetrado contra la casa La Chascona. La ira militar dejó su sello destruyendo todo lo encontrado a su paso. Este hecho ciego y desafortunado clarifica el estado del terror imperante e impuesto por el gobierno de facto de la época. Con ensimismada oratoria expuso su pecho altivo en las exequias del poeta. Nada lo hizo acallar. No le importó estar bajo la mira del proyectil desafiante que en aparente paz silenciaba el luto de un pueblo acostumbrado a vivir en democracia. Seguramente, Dios le ilumino el camino apartándole vallas infranqueables. Y, envuelto en fuerza divina, su disparo poético lo transformó en coraza de verso notable. Fue un resuelto y justo reconocimiento para honrar despedida de un Nóbel de la literatura mundial, con el corazón del guerrero mapuche del Arauco y La Frontera. Hombre de ritos venerable e incólume de limpio espíritu. Para la memoria colectiva ciudadana su discurso debiera considerarse un documento histórico en los anales de la historia chilena. Un In Memoriam a Neruda, quien entre tantas obras nos legara sus romanzas de amor.

    En la aflicción expuesta, matiza resonante belleza de sentidas palabras con sabor a catuto. Destellantes para los cientos de sombrías almas que acompañaban el sepelio con fragantes coronas y flores trenzadas de tristezas en busca del consuelo ciudadano presente, enredando egos de paz y conformidad de la última metáfora del vate chileno buscando sol, erguido hacia el rayo luminoso que renueva y da vida.

    Edmundo Herrera, cita en su texto del año 1973 pagina 21: “el hombre es de la tierra no la tierra del hombre. Yo os agregaría: su cuerpo es ropa del alma. Se deshace en la última morada”