Nombre: Eduardo Bustos Alister
Ubicación: Santiago, Metropolitana, Chile

Periodista, escritor.

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  • miércoles, diciembre 09, 2009

    Crónicas Proverbiales, Cuento y Poesía


    EL DERECHO DE ELEGIR.

    Si retrocedemos al conocimiento de la transformación del hombre americano, indagada desde la época precolombina antecesora al año1492 del descubrimiento de América, los pueblos indígenas habituados a su propia idiosincrasia elegían la sucesión de mando con métodos normados en su desarrollo primitivo, sin analogías de otras civilizaciones ignoradas por ellos. Se supone que en su limitado avance eran tribus felices, libre de la destrucción mercenaria por la virtuosidad geográfica de su mar y cielo, separadas de ambos mundos desconocidos del intrépido navegante, sin brújula viajera.

    Con la llegada y exploración de Cristóbal Colón, irrumpió el invasor investido de voraz exterminio y de total menosprecio por el hombre originario de América.

    Vuelta la mirada a las etnias de siglos remotos la naturaleza era dueña de ellas más allá de la silenciosa aparición del otro ser humano, nacido en su propia luz del viejo continente. Descifrar el misterio de la vida es un puzzle imposible resolver. Se nace y se vive en un lugar determinado al ser parido desde el vientre materno , concebido en la esperanza de un propio destino calificado, de adversidad o de opulencia para el caminar terrenal.

    La lengua castellana en Centro y América del Sur se hizo dominante sobre la desdicha del mancillado en su orgullo y agobiado por el ímpetu incontrolable de la fuerza extranjera asentada en el nuevo continente, tras implacable barbarie de sacrificios impuestos como fueron los casos de Galvarino y Caupolicán, el cacique empalado. Hecho histórico que hizo carne y leyenda en la ciudad de Cañete. Este castigo fue el más vil y negro episodio de la conquista por detestable crueldad del verdugo que aún enloda a la causa del ex reino de España, dejando claustros y mentes heridas en los pocos descendientes de origen, sin alcance equitativo en la nueva cuna creada por el conquistador que lideran razas emergidas con acentuado dominio de sangre heterogénea.

    La fatal desventura de la raza indígena fue el haberse enfrentado a una civilización más avanzada, ávida de ambición por el fruto de la riqueza y obediente de su reino. Paulatinamente, el invasor con los avatares del descubrimiento fue haciendo pertenencias de suelo con soberbio y arraigado clasismo. Su explosión demográfica sobrepasó en número a todas las razas nativas y alicaídas dentro del crecimiento centenario de la conquista, fundando ciudades y pueblos que enraizaron banderas para el imperio. Hubo larga agonía en el descenso procreativo de los genes autóctonos de América, como consecuencia del avance enemigo y de las sucesivas rebeliones de resistencia heroica.

    Desde el año 1492 han transcurrido varios siglos de evolucionada historia, sólo quedan en sus anales reminiscencias del vivir indígena del tercer mundo que sucumbieron en batallas, siendo ahora una minoría en cada sociedad, luego llamadas naciones constituidas post época colonial, con legado pergamino de títulos del absolutismo imperante de aquel imperio colonial.

    En el recuento de su pasado se selló el sufrimiento de la extinción comparable con otros seres del planeta que no sobrevivieron al duro cambio de clima de cada estación, y al desarrollo catastrófico de la madre naturaleza.

    Dura reflexión de reparo a hechos consumados por lógica e ilógico proceder del ser humano, medio evolucionado de esa era ya vivida con aceptable discernimiento. La hegemónica casta de Chile, nos obliga a acentuar sin soslayos la mirada a la Región del Arauco y La Frontera, donde suele retumbar el cultrúm y la trutruca junto al copihue, el piñón y el trigo, que oxigenan entre otros afluentes: el Río Cautín y Bío-Bío, dando sustento líquido a nuestro valiente pueblo originario de fina alcurnia.

    Para seguir construyendo un país plural y moderno, justo es que todos nos sintamos partícipes de ideales, idioma y origen, se reconozca al pueblo mapuche el derecho de elegir en procesos eleccionarios, dos sillones al parlamento de ambas cámaras, respetando su condición de etnia de candidatos propios, como postulado de su legado indemne prendido de amor y dignidad de raza pura que simboliza integración de primer emblema en nuestra nacionalidad. Ellos tienen su bandera y como pueblo su estrella, la cual debería estar representada en la nuestra.

    Resonantes palabras con sabor a catuto de la fértil región que los mapuches habitan, bajo tibio amanecer, iluminando espíritus de ritos venerables al son del cultrúm, cascahuillas y huadas, con destello del rojo y blanco copihue que danza y trenza en su enredadera.


    Hijo primogénito de Chile.