LA VIDA, EL VERSO Y EL MAPUCHE.
Hay ojos que parpadean visión ocular interna,
pestañando recuerdan el paisaje memorial
del verso, soterrado en su silencio
con abstracto lenguaje que incomoda;
la tácita expresión del vértigo
que encauza al sentimiento oral.
Esa alma desolada, camina adormilada
por intelecto del caletre humano;
el verso, desvaría en su inconsciente
con atónita observancia, muda y soslayada.
No hay versos en esos labios,
sus almas escondidas y silenciosas
duermen sus miradas por pávidas u hurañas;
ni la conmoción, moja el iris de sus ojos.
En todo cuerpo inmóvil de corazón latente,
Prende el ego y el goce en su fineza.
Su mirada es caminante y sonriente,
transita en testimonio, cercano y catalejo
con esencia de amor demostrativo.
Naturaleza, laza el esplendor del universo;
dona, diversidad interpretativa que florece,
entre seres y multitud de las especies.
Complejo abecedario que rota y rota,
en cada espacio poético del alma humana;
y lo riega de verde…, con crecimiento sabio.
En decurso de los siglos, poetas y escritores
han explorado el universo, visible y sideral,
visualizando dulces y amargos lenguajes;
poetas, hilando y enrollando versos de ámbito nacional.
Escritores, construyendo historias, cuentos y novelas,
llenando planas: obras célebres de la raza humana.
Memorando nombres, en epitafios les recuerdan.
Naturaleza en su dimensión infinita luce,
el sabio lenguaje de espacios claros.
Ronda la música arquitectónica en su calendario;
de natura propia reverdece el crecimiento
de la semilla, que a la existencia nace
simbólica, sin hoyos negros.
Resplandece visible, oscura y sombrosa,
en acontecer nocturno de manto azul y blanco;
y en matinales albas, alabeando alas del canto.
Bajo silencio cordillerano la ovación de espíritu,
traspasa el verso al ser humano.
Despeja el campo, abre los mares de pesca eterna;
cubre la tierra de plantas y malezas,
crece la vida en cada mañana.
Viene el bullicio, marchan las aguas de las cascadas
con sus destellos arrojando brisas;
lava las sombras que bien se esconden,
rebasa el vado de las quebradas.
Suelo entumece para la savia,
todo a su paso lo reverdece.
Lindo el paisaje bajo el estruendo,
de los ramajes y pastos tiernos.
Por los parajes del profundo mar,
se submarina, desciende el manto vertical;
escribe el verso de abstracta pluma,
baja a la sima, de la flora y fauna marina.
Volcanes truenan invocando al cielo,
activan fuegos, lanzando llamas.
Este es el verso de furia y misterio
Mueren cenizas que inquietan y queman,
muestra la vida en fumante espectro.
Anual encanto, muda a la tierra en cuatro carros;
otoño, invierno y primavera, umbral paraje:
de puro Chile, sol de verano.
A pétalos abiertos flores adornan
magnetismos que declaman;
verso de polen con sus colores
llega al pistilo de flor en flor, fecundación.
Dulce es el néctar de alar vivencia, polinización.
La renovación, envejece temprano
suma las sombras de concluyente paso;
deja el candil de memorial recuerdo,
luz apagada en la última morada.
Sólo el verso es incólume en su prosa;
en lo poético e imaginario, con propia vida
ilustre crece, recluta y exilia los años.
El hombre es un paisaje de corto metraje,
vive en el vientre sus primeros sueños.
Se expande el óvulo, crece en su trance.
Las aguas frías vierten su savia en bellos follajes,
abren paisajes de amanecer, tendiendo alas;
al estruendo del torbellino suma el embate
de aguas salinas removiendo espumas,
nada destruyen de la extendida fauna,
donde las algas flotan y entrelazan
con las mareas que suben y bajan.
Espumas blancas sazonan plancton
marcando el límite de sacudidas:
tallan y bañan las rocas vivas.
Más allá del proverbial reposo
la abstracta e intangible vida,
camina y sueña en la dimensión desconocida;
vaga el alma por retorno al gozo.
Se apaga el sol con un cerrar de ojos,
la nueva aurora, regresa al lecho.
Vida y misterios es teoría del conocimiento.
Alegorías de pensamientos, filosofando sobre la muerte;
la poesía, en su metáfora reprime el llanto.
Descansar en paz es estar dormido. Pero,… hasta cuando…
Somos invisibles cuando el espíritu nos hace eterno.
Pienso… y luego existo, dijo: un filósofo,…
Es el cuerpo ropa del alma…, lo dijo ótro,…
El hombre es un paisaje que se renueva,
lo digo yo: por misterios a las agonías…
El nacimiento es pascua a nueva vida…
con leche fresca en mamaderas,
más equipaje de tránsito a viejo…
El verso es épico por el cacique,
el aventurero y el villano;
al paso del tiempo sigue emblemático,
con perennes obras y versos en la memoria:
“de los robustos y desbarbados”;
en cada espacio de nuestra historia
hay reverencia a la sangre indígena,
por invasores que allí pasaron y no vencieron,
ni con venganza de viles almas:
“su tierra fértil no conquistaron”.
Hoy, de la cima de lucientes cerros:
soplan vientos de fama guerrera,
semblanza señera del viril hermano.
Algunos libros equivocados,
“ lo han bautizado: “ pueblo araucano”
Ercilla, en La Araucana, los vanagloria.
En otro texto, con feo título lo han presentado:
“El Arauco Domado”.
Son los guerreros de noble raza,
sin rendición, sólo una pausa.
Arauco tenía sus derechos,
sólo las bestias se doman…
-Alto aquí al invasor, dijo: El Pehuenche,…
-Alto aquí, dijo: El Mapuche,…
No pasarán a este otro lado del río…
nuestro límite es el Bío-Bío…
A Caupolicán: verdaderas bestias, lo empalaron…
Y a Galvarino: sus brazos cortaron…
Han atrincherado la sangre pura indígena.
Hoy la fastidian economías globalizadas.
De sus legados y tradiciones, versa el copihue.
Pica, pica los sembrados de trigos,
con el catuto, las araucarias y sus piñones;
ruca y madera de sus abrigos.
Se oyen lamentos: “girando en ruedos”;
truena el cultrúm: “viento en trutrucas,”
tocando el trompe, cascahuillas y huadas:
“danzas mapuches,” alzan al cielo”;
a rosa del viento, resuenan jergas.
¡Qué viva Chile!... austral emblema,
y los mapuches de la otra estrella…
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